López Aliaga y la cárcel de los shushupes
- LaVozUcayalina
- hace 4 horas
- 3 Min. de lectura
Mientras el Gobierno sueña con revivir El Frontón, Porky imagina cárceles en la selva, con serpientes como carceleros y con un eco incómodo en Ucayali: el apellido Marino y su venenoso “Shushupe”.
Redacción LVU

El Ejecutivo de Dina Boluarte ha puesto en agenda la reapertura de El Frontón como penal de máxima seguridad. Un proyecto calculado en más de S/500 000 000 para encerrar a dos mil reos de alta peligrosidad en la isla que carga con la memoria sangrienta del motín de 1986. La idea, respaldada por el Consejo Nacional de Política Criminal, ha recibido objeciones técnicas del INPE, que advierte sobre su inviabilidad logística y sus elevados costos.
En ese debate apareció Rafael López Aliaga, alcalde de Lima y líder de Renovación Popular. Fiel a su estilo estridente, calificó el plan como “carísimo” y lanzó su alternativa: llevar a los delincuentes más avezados a la selva. Allí, según su lógica, no haría falta muros ni guardias, porque las shushupes, serpientes venenosas amazónicas, serían la mejor muralla natural.
La frase generó titulares en Lima, pero en la Amazonía cayó como un despropósito. La selva no es un presidio ni un zoológico de víboras. Aquí viven millones de ciudadanos, comunidades indígenas y mestizas que ven cómo una ocurrencia política reduce nuevamente la región a un basurero, un espacio vacío útil solo para depositar lo que el centralismo no quiere cerca.
El detalle es que en Ucayali la palabra Shushupe tiene otro significado. Es el apodo de Fernando Marino Panduro, exmilitar y cuñado de Vladimiro Montesinos, mencionado en episodios turbios de la política noventera y recordado por mover dinero en paraísos fiscales y por visitar dieciséis veces al “Doc” en Ancón I. Su nombre ha acompañado la trayectoria de su hermano Antonio Marino, exalcalde de Coronel Portillo y hoy precandidato al Gobierno Regional de Ucayali por Renovación Popular, el mismo partido de López Aliaga.
La coincidencia es inevitable. Mientras su líder nacional habla de shushupes como metáfora pintoresca para contener delincuentes, en Ucayali ese alias evoca una historia de vínculos con el poder fujimorista y redes de corrupción que nunca se cerraron del todo. El veneno, en este caso, no está en la selva, sino en los clanes políticos que resurgen cada elección.
Más allá de la resonancia amazónica, lo que preocupa es la frivolidad con que López Aliaga trata un problema tan serio como la política penitenciaria. Convertir a la Amazonía en un presidio natural, confiando en reptiles como guardianes, no es una propuesta: es una fantasía peligrosa que desconoce la dignidad de la región y la magnitud del hacinamiento carcelario en el país.
El centralismo limeño suele disfrazar de “ocurrencia” lo que en la práctica es una ofensa: usar a la selva como depósito de problemas nacionales. Lo hizo antes con los proyectos extractivos y lo repite ahora con delirios penitenciarios. La Amazonía no es un muro natural ni un escenario vacío; es un territorio vivo, con derechos y ciudadanía.
Por eso, desde la perspectiva amazónica, la frase de Porky no tiene gracia. Al contrario, evidencia cuán lejos está la política nacional de entender lo que significa la selva. “Shushupe” no es solo la víbora venenosa de la que habla el alcalde capitalino. Es, también, un apellido con historia, un símbolo de poder y corrupción. Y en esa mezcla, el verdadero veneno no está en los colmillos de la serpiente, sino en el discurso fácil que sigue alimentando viejos clanes y viejos fantasmas.
Comentarios